El azúcar es un tema que surge constantemente cuando analizamos los ingredientes que la mayoría de los productos contienen; te explico: la mayoría de las personas somos adictos al azúcar en sus diferentes formas. Ya sé, se escucha un poco drástico, pero es así y nuestra adicción nos obliga a consumir productos que la contengan. Por este motivo, la industria alimenticia —las empresas que producen cada unos de los productos que consumimos— se asegura de incluir azúcar entre los ingredientes. ¿Por qué sucede esto? Pues es simple: para que nosotros sigamos comprándolos y para que nos gusten mucho, así como decía el eslogan de una conocida marca de papitas: ¡a que no puedes comer solo una!
Por otro lado, los gobiernos regulan la industria alimenticia, fijando un “máximo” permitido de azúcar para evitar que las personas se enfermen. Hasta aquí podría decirse que el hecho de que se involucren y lo regulen es una buena medida, sin embargo, la parte compleja es que el azúcar, dentro de la lista de ingredientes, puede ser nombrada de un sinnúmero de formas, lo cual provoca que un mismo producto pueda contener más niveles de lo que, a primera instancia, puede estar descrito como simple azúcar. Es decir, el producto contiene más azúcar de varias fuentes.