Manejar nuestro tiempo, poner límites a las diversas actividades que realizamos y —¿por qué no decirlo? — poner límites a las personas con las que convivimos en nuestro día a día es un verdadero arte. Estamos acostumbrados a “permitir” que otras personas controlen nuestro tiempo y, de esa forma, nos movemos en función de lo que los demás nos permiten.
Una de las áreas en las que más tiempo pasamos es nuestro trabajo. La demanda de nuestra agenda, llena de reuniones, llamadas, entrevistas, etc. es muy alta. Esto nos deja con ventanas de tiempo muy cortas para llevar a cabo las actividades y proyectos que resultan de esas mismas citas.
De seguro has tenido esa sensación, después de un día lleno de juntas y reuniones “una tras otra”, de que ya terminó el día y no pudiste avanzar en tus pendientes. Lo sé, se siente como un “día perdido” que es estresante y en el que solo se acumulan más cosas por hacer.