El impacto de la cultura de las dietas en nuestra sociedad
Hace unos días, un cliente me contó acerca de su relación con su alimentación y aspecto físico, algo contra lo que luchó por muchos años. Él sentía una constante necesidad de bajar de peso (independientemente de cuántos kilos ya hubiese bajado) y de criticar su cuerpo señalando sus zonas “imperfectas”, lo cual obviamente le causaba un enorme conflicto.
Los trastornos de la alimentación son afecciones graves que se relacionan con las conductas alimentarias que afectan negativamente la salud, las emociones y la capacidad de desempeñarse en áreas importantes de la vida. Los trastornos de la alimentación más frecuentes son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa, y el trastorno alimentario compulsivo.
La mayoría de estos trastornos de la alimentación se caracterizan por fijar excesivamente la atención en el peso, la figura corporal y la comida, lo que causa conductas alimentarias peligrosas. Estas conductas pueden tener una repercusión considerable en la capacidad del cuerpo para obtener la nutrición adecuada. Pueden causar daños en el corazón, el aparato digestivo, los huesos, los dientes y la boca, así como derivar en otras enfermedades.
Gran parte de la cultura de las dietas que nos vende el mercado ejerce un fuerte impacto en la forma en que nos relacionamos con los alimentos, el ejercicio y el bienestar. Nos han hecho pensar que, si la báscula señala pocos kilos o el peso “ideal”, eso significa que estamos dentro de los parámetros aceptables de la sociedad y que seguramente estamos saludables. Por ende, nos sentimos con el poder de calificar lo que es o no es aceptable.
Conforme más aprendemos sobre bienestar surge la importancia del concepto de bio-individualidad, el cual se refiere a que cada persona cuenta con características diferentes, por lo que también reacciona de distinta forma a los alimentos. Asimismo, el impacto que las diversas áreas del bienestar tiene en nuestro cuerpo varía de persona a persona. Por esto mismo, el camino hacia el bienestar es un proceso muy personal; es primordial que esté adecuado a tus requerimientos y que no sea algo genérico para que funcione. Lo que para una persona podría funcionar muy bien podría ser la opción más dañina para otra.
Mientras escuchaba a mi cliente pensé en aquellas cosas que podemos hacer para entender a aquellas personas que, sin conocer toda su historia, podrían estar librando una gran batalla.
DEJA DE ELOGIAR LA PÉRDIDA DE PESO. Este tema es de los más complejos. Muchas veces, lo primero que hacemos al momento de saludar a alguien es juzgar su aspecto físico. Sin embargo, en el caso de muchas personas, la pérdida de peso no está siempre relacionada con su alimentación o sus hábitos, sino todo lo contrario: es el resultado de desbalances, problemas hormonales, enfermedades, estrés, entre otras cosas.
DEJA DE ASUMIR Y DE TRANSMITIR LA IDEA DE QUE TENER UN PESO ALTO ES UN PROBLEMA. Hay que dejar de pensar que la salud solo puede existir en cuerpos delgados o que el sobrepeso es sinónimo de enfermedad.
FOMENTA, PROMUEVE Y CELEBRA LA DIVERSIDAD CORPORAL. Apoya la representación de cuerpos diversos en los medios.
DEJA DE CRITICAR TU CUERPO frente a los demás y, aún mejor, tampoco lo hagas en privado.
CUESTIONA LA CULTURA DE “ESTAR A DIETA”. Si bien no todas las personas que hacen una dieta restrictiva terminan con un trastorno de la conducta alimentaria, todos los trastornos de este tipo sí son derivados de las dietas.
EVITA LA MENTALIDAD DE JERARQUÍAS CORPORALES, es decir, deja de pensar que hay cuerpos que son mejores o superiores a otros. Esta idea de que un cuerpo delgado es superior a uno gordo es claramente un tipo de discriminación: una discriminación aceptada, normalizada y validada socialmente.
“TODAS LAS PERSONAS PUEDEN SER DELGADAS, ES CUESTIÓN DE VOLUNTAD”. Esta es una de las mentiras más creídas y bajo la que se justifica la constante presión que se ejerce sobre las personas para adelgazar. La cultura de las dietas se ha encargado de convencernos colectivamente de que la delgadez es cuestión de voluntad y de que, si alguien no la alcanzado, es solo porque no se ha esforzado lo suficiente.
Pensemos en el bienestar y en la alimentación de manera integral. El cómo nutrimos a nuestro cuerpo debe estar ligado al disfrute y a la convivencia con los seres amados, alejado de la culpa, la vergüenza y la restricción.