El hábito de los falsos apegos
Siguiendo con el tema de esos hábitos que no solo no aportan nada, sino que más bien restan mucho a nuestra rutina diaria, hoy quisiera hablarles sobre los apegos que no son sanos y que a veces son difíciles de detectar.
Para empezar, analicemos qué son: se conocen como falsos apegos y son esas conexiones emocionales poco saludables con personas, conductas, objetos, o incluso pensamientos que ya no nos sirven, es decir, que ya no tienen mayor relevancia en este punto de nuestras vidas.
Estos apegos pueden ser altamente dañinos, ya que suelen agotar tu energía y dejarte sin pila. Hay muchos ejemplos, pero entre los más comunes están las relaciones tóxicas, conductas y pensamientos que ya no se alinean con donde estás ahora y el aferrarse a posesiones materiales que ya no tienen ningún propósito.
Puede tratarse de esa amiga que te critica constantemente y que disculpas porque “sabes que te quiere”; esa conducta que usas como mecanismo de defensa —el gritar o enojarte porque eso hará que te respeten o te tengan miedo—, o incluso tener guardados esos pantalones que usaste cuando “estabas en tu peso ideal” y que ahora te hacen sentir culpable cada vez que los ves en tu cajón.
El peligro principal de estos apegos es que pueden provocarte angustia emocional e impedirte avanzar. Crean esa sensación de dependencia que dificulta la búsqueda de nuevas oportunidades, porque hacen que te dé miedo soltar.
¿Cómo surgen estos apegos?
A menudo provienen de una mentalidad de zona de confort, donde lo familiar se siente más seguro que lo desconocido. Quizás en alguna etapa de tu vida esas actitudes o hábitos te han servido como protección o mecanismo de defensa, pero ahora, conforme has ido evolucionando, es probable que no resuenen contigo.
¿Qué puedo hacer para liberarme de los falsos apegos?
Para empezar el proceso de soltarlos, te recomiendo seguir estos pasos:
Empieza por identificar qué comportamiento ya no se alinea con tus intereses. Sé sincerao contigo mismo y recuerda que hay actitudes o personas en la vida que nos enseñan algo o nos ayudan a transitar una etapa, sin que eso signifique que tengan que quedarse para siempre.
Imagina que son como esas bicicletas en las que aprendemos a andar, las que tienen unas rueditas que te sirven de apoyo. Cuando ya puedes manejar la bici sin ellas, ya no las necesitas.
Así hay conductas que están muy arraigadas en nosotros y que tal vez ya no queremos repetir, pero terminamos por hacerlo. Lo importante es reconocerlas (ya sabes, ese momento en el que brevemente piensas: “¿por qué no me detuve unos instantes antes de hacer/pensar/decir eso?”) y comenzar a hacer correcciones.
Practica la atención plena y la autorreflexión para comprender tus verdaderas necesidades. Conocerte mejor te ayudará a gestionar tus emociones de forma positiva y efectiva y, por ende, tomar mejores decisiones.
Una vez que identificas esa conducta que ya no quieres, puedes nombrarla y dejarla con gratitud, algo así como decir: “ya no te necesito en mi vida”, “ya fue suficiente”, o “ya no te necesito más”.
Ordena tu espacio físico y emocional e intenta dejar de lado los objetos y las relaciones que te agobian. Revisa bien tu entorno y decide qué se queda y qué tiene que irse; esto creará espacio para nuevas experiencias positivas.
Busca ayuda. Un experto puede brindarte orientación para desarrollar relaciones más seguras, así como para abrir un camino hacia el cambio que necesitas.
Eliminar los falsos apegos te va a costar trabajo al principio porque es lo que conoces, pero pregúntate: ¿cómo puedo transformar esta conducta (o este pensamiento) en algo mucho menos intenso o en algo con lo que ya no te identificas?
Si crees que necesitas más información o sientes que no sabes ni por dónde empezar, pedir apoyo es muy válido y efectivo. Recuerda que siempre cuentas conmigo para asesorarte y acompañarte.