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Ya hemos platicado de la importancia de observar nuestros hábitos alimenticios. Gran parte de la conexión que creamos con la comida está relacionada con nuestras emociones y sentimientos. Cuando comemos o buscamos ciertos alimentos, no solo estamos buscando alimentar nuestro cuerpo para que pueda realizar sus funciones, sino que, al mismo tiempo, buscamos o incluso necesitamos el “confort” y el alivio que ciertos alimentos o productos nos proporcionan.
Esta conexión se genera en nuestro cerebro y sistema nervioso desde que somos pequeños; de una u otra manera, la comida ha formado parte de nuestro círculo vital y de cómo nos relacionamos con las emociones. Por lo tanto, tomar conciencia de estos comportamientos —es decir, los pensamientos y emociones que engloban—, nos ayuda a distinguir patrones de alimentación, a poder analizar y detectar hábitos no alineados con nuestro objetivo de bienestar, y a desarrollar una relación más consciente tanto con la comida como con uno mismo.
Parte de lo que trae consigo el mes de enero es un bombardeo mediático continuo de invitaciones para hacer un programa o reto (como ahora se les conoce) que consiste en unos días o semanas de détox. La mayoría de ellos están enfocados únicamente en la pérdida de peso. En algunas ocasiones, mis clientes han preguntado qué es lo que pienso de estos programas, e incluso me han pedido que les recomiende alguno de ellos. Preguntas como “¿cuál es el más efectivo?”, “¿cuántos días requiero para que funcione?” y “¿cómo puedo escoger el más adecuado para mí?” están a la orden del día.
Hace unos días, en una de las sesiones de coaching 1:1, mi cliente y yo revisábamos los avances y logros realizados durante los primeros 3 meses del programa. Entre las cosas que analizamos estaba cómo mi cliente se sentía con respecto a pensar en el bienestar o a pensar en un cambio de hábitos como parte de un estilo de vida saludable, antes de que iniciara con este proceso.
Seguro me has escuchado (o leído) decir que mi recomendación es incorporar nuevos hábitos de forma paulatina, y no agresiva. Considero que vencer pequeñas batallas de forma consistente es el secreto para vencer las grandes.
De las primeras cosas que sugiero es revisar el aceite y la sal que consumimos normalmente.
Una de las tendencias de los últimos años ha sido la proliferación de empresas pequeñas y micronegocios dedicados a la elaboración de versiones de la mayoría de los productos que consumimos día a día, pero de forma artesanal.