Rómpase en caso de emergencia

Rómpase en caso de emergencia

Hace unos días, durante un vuelo, escuché a la sobrecargo explicarle a los pasajeros que estaban sentados en las salidas de emergencia todas las funciones que deberían realizar en caso de ser necesario.

Pensé en mi red de soporte; en esas personas que forman parte de mi vida y que siempre están ahí para mí. Ellos son a quienes sé que puedo acudir cuando el vuelo se torna turbulento, o cuando hay momentos de dudas, miedos, o sentimientos de vulnerabilidad. Son también un espacio seguro donde puedo compartir lo que sea y ser genuinamente yo misma, sin sentirme amenazada, juzgada o con miedo a ser rechazada.

Me considero afortunada porque, muchos de ellos, son como un paracaídas que amortigua la caída. Son verdaderos salvavidas, en toda la extensión de la palabra. También pensé en lo importante que es que ellos sepan que lo son y que, de cierta forma, estén de acuerdo en serlo. Llegué a la importante conclusión de que su existencia es primordial en la mía.

En el caso del avión, la sobrecargo les dijo a las personas que tenían que confirmar verbalmente si estaban preparados para desempeñar su función en caso de emergencia, y todas asintieron. Analicé su respuesta: dijeron que sí, pero creo que no hay manera de estar seguros de que dichas personas fueran a reaccionar de forma adecuada bajo una situación de esa naturaleza.

Creo que, en algunas ocasiones, los personajes que forman parte de nuestra red de apoyo podrían enfrentarse a lo mismo cuando les pedimos ayuda. Quizá se trate de una situación que nunca han vivido, y por lo tanto no sea fácil entender o dimensionar el impacto que pueda tener dicha situación en la vida de alguien más. Sin embargo, creo que lo importante en esos momentos es estar, escuchar, no juzgar o criticar, y mucho menos hacer mofa de la situación que se comparte.

En muchas ocasiones no queremos ni necesitamos recibir consejos o soluciones. Frases como “deberías hacer… decir… ir….”, “yo en tu lugar”, “no tienes por qué ponerte así”, “estás ahogándote en un vaso de agua”, “a mí me ha resultado esto”, “no es para tanto”, entre otras que seguro te suenan familiares, construyen una coraza y nos limitan a expresarnos. Pueden hacernos sentir que estamos equivocados, que no estamos cumpliendo las expectativas del “rol” que se espera de uno en esa situación, o que lo que sentimos no es adecuado.

Es válido decir (pero solo si nos piden nuestra opinión) cosas como: “nunca he estado en una situación igual” o “no sé bien cómo ayudarte, pero si te sirve que te escuche, aquí estoy para ti”. Sí, ser empáticos es ponerse en el lugar de la otra persona, pero también es mucho más que eso: la empatía es la capacidad de comprender la vida emocional de otra persona, casi en toda su complejidad.

Esto no significa necesariamente compartir las mismas opiniones y argumentos que justifiquen el estado o la reacción que expresa la otra persona. Ni siquiera significa estar de acuerdo con el modo de interpretar las situaciones con carga afectiva del interlocutor. La empatía se refiere, entre otras cosas, a la escucha activa, la comprensión y el apoyo emocional.

Además, implica tener la capacidad suficiente para diferenciar entre los estados afectivos de los demás y la habilidad para tomar perspectiva, tanto cognitiva como afectiva, respecto a la persona que nos expresa su estado emocional.

Tampoco es el momento de competir o tratar de disminuir la historia de la otra persona con alguna de nuestras experiencias personales. Muchas veces, cuando platicamos una situación que estamos pasando y que nos sobrepasa, lo primero que escuchamos son cosas como “así es siempre, dímelo a mí”, “ay no, a mí me paso algo aún peor”, “uy, y eso no es nada comparado con” , “¡espérate! ¿quieres escuchar un verdadero drama?”, o “déjame te cuento”.

¿Te identificaste con alguna de ellas? Recuérdalo la próxima vez que estés en una situación parecida: no se trata de nuestras experiencias, sino de estar y ser para la persona que acude a ti.

Cuando acudimos a alguien de nuestra red de soporte, no lo hacemos necesariamente para encontrar la solución a algo; puede ser para desahogarnos y liberar algo que pensamos y sentimos. Sin juicio, crítica, burla o reproche.

Algunas frases que podrían ayudar a crear un enfoque distinto y a que la persona se exprese podrían ser:

¿Cómo te sientes con esta situación?

¿Qué te gustaría que pasara?

Y, si quieres ayudar, pregunta: ¿hay algo que pueda hacer para ayudarte?, ¿cómo puedo estar para ti en estos momentos?

Lo más importante es estar preparados y respetar las respuestas que te den; no importa si estás de acuerdo con ello o no. Recuerda que no se trata de ti.

Nuestra red de apoyo es de vital importancia para nuestro bienestar. Sin duda es uno de sus pilares primordiales, así que sentirnos tranquilos de que podemos cuidarnos y estar de varias formas para los demás serán solo algunos de los beneficios de ser parte de la red de apoyo de tu círculo.

¡Hoy es un buen día para empezar!

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