El estrés y la obesidad
Las últimas semanas hemos platicado acerca del estrés y del impacto tan fuerte que tiene en nuestro organismo. ¿Cómo te ha ido identificando tus detonantes y tus reacciones a momentos así?
Como ya sabes, nuestro cuerpo al estresarse se prepara para ese momento de escape; no hay forma de que pueda diferenciar si nos viene persiguiendo un oso, o si viene un periodo largo de hambruna para el cual debe estar preparado. ¿Qué sucede entonces? Parte de las reacciones iniciales implica el activar todos los mecanismos de defensa posible, preparando a los soldados para el inminente ataque. Nuestro cuerpo no quiere morirse, más bien quiere sobrevivir a toda costa, y entre las reacciones que comenzará a realizar es la de acumular todo lo que le sea posible para estar preparado para ese momento de “ataque” que, debido al nivel de estrés que ha detonado todas las alarmas, es inminente.
Si lo analizamos en un esquema real, entendemos que esa reacción es lo mejor que el cuerpo puede hacer. Nos está protegiendo, sin embargo —y aquí es donde inicia lo complejo— al no suceder ese ataque o al mantenerse siempre a ese nivel de estrés, nuestro cuerpo no deja de emitir señales de supervivencia. Y si a esto le aumentamos que en estos momentos nuestro escape es la bolsa de papas, los chocolates, las galletas, los helados, etc., pues hacemos la tarea aún más compleja.
Imagina a un león persiguiendo a una cebra en la selva. La cebra, al sentirse en peligro, comienza a correr mientras todo su cuerpo se activa; su instinto de supervivencia hará todo para escapar del león. Entonces, es como si en ese momento de “escape y huida”, la cebra se pusiera a comer. Ya sabes, algo como: “me echaré un bocadillo antes de salvar mi vida”. ¿Entiendes la idea mejor?
Nuestra vida está rodeada de factores detonantes de estrés. Nuestros pensamientos y acciones provocan las mismas reacciones en nuestro cuerpo, y no hay forma de que el cerebro distinga lo que es real y lo que no. De ahí la importancia de volvernos conscientes, de saber qué es real y qué es solo una fantasía, pues la clave es que ambas situaciones detonarán los mecanismos de defensa.
Aprender a manejar nuestro nivel de estrés es una tarea larga y, afortunadamente, hay muchas herramientas que nos pueden ayudar con ello. La gran mayoría están basadas en la atención plena, también conocida como “mindfulness”, cuyo objetivo es aprender a observarnos en el presente, en el “aquí y ahora” de las cosas, y no fantasear con el pasado o hacernos historias enormes del futuro.
Mis herramientas favoritas son hacer yoga, ejercicios de respiración, meditar, y el escaneo corporal (revisar cómo te sientes en cada parte de tu cuerpo). Estas serían las que considero más fáciles de implementar en nuestro día a día.
Al comenzar a tener un mejor control de nuestras reacciones y nivel de estrés, disminuirán de manera inmediata nuestros antojos y la necesidad por los alimentos que nos brindan un “confort” momentáneo, como aquellos altos en azúcares y ultra-procesados. Recuerda que el azúcar es una droga, entonces cada día necesitarás más para lograr llegar a ese nivel de “alivio y seguridad”.
¡Hoy es un buen día para empezar!