¿Qué hay detrás de los antojos?
Este es un tema esencial cuando hablamos del bienestar y la alimentación. Me atrevería a decir que todos, en algún momento u otro, nos hemos visto altamente tentados por los antojos, mismos que nos pueden hacer sentir atrapados o que son más fuertes que nosotros. Nos hacen sucumbir, aun cuando estamos intentando por todos los medios posibles no hacerlo.
Si lo analizamos de forma general, los antojos son señales que manda nuestro cuerpo para avisarnos que necesita un nutriente en específico. En realidad, se trata de una capacidad fenomenal de nuestro organismo, comparada a cuando se enciende un foco rojo en tu automóvil, avisándote que hay algo que no está funcionando bien y que necesita revisión, ya sea una falta de aceite o porque requiere alineación y balanceo.
Primeramente, debemos entender qué es un antojo y qué lo produce. El antojo es una de las formas que tiene nuestro organismo de mandar señales a nuestro cerebro para avisar que tiene hambre o que requiere de alguna proteína o nutriente.
Lo que sucede es que el cerebro forma memorias sensoriales asociadas a un alimento específico, el cual nos produce placer o ciertas emociones. De esta manera, cuando existe una deficiencia de un nutriente en tu cuerpo, el cerebro envía un mensaje en la forma de un antojo de algún alimento que contenga dicho nutriente.
Cuando el antojo se presenta, sentimos un fuerte deseo o impulso por un alimento específico. Algunos tienen más urgencia por lo dulce, pero también hay quienes son más propensos a lo salado.
Una de las características principales del antojo es la sensación de tener que satisfacerlo a la brevedad posible, lo que normalmente te hace sentir “fuera de control” o con la necesidad de recibir gratificación instantánea. Aunado a esta ansiedad, el no poder satisfacer dicho antojo puede provocar más ansiedad. Y, bueno, es fundamental entender qué nos provoca esa sensación de hambre, por ejemplo, si es de tipo emocional o psicológica.
Dicho esto, tener antojos es una parte de la naturaleza humana que nos ayuda a saber qué necesita nuestro cuerpo. Entre más conscientes seas de esto, más fácil será usarlos a tu favor y no verlos como algo malo o como algo con lo que debas estar peleando, sintiéndote culpable.
Además, nos dan mucha información, así que es importante analizar qué los detona y cómo nos sentimos cuando se presentan, por ejemplo, si estamos presionados o si hay una situación incómoda que los exacerbe.
Por otro lado, respetando la bio-individualidad, cabe mencionar que cada uno de nosotros tiene diferentes formas y detonantes de antojos, por ejemplo, los días de trabajo con jornadas más largas a lo habitual, consumir menos agua de lo que debemos, dormir menos horas de las óptimas, u otros detonantes de estrés que cada quien maneja de diferente forma —al final, cada persona tiene una tolerancia diferente al estrés.
Los antojos también se ven influidos por factores biológicos (como la deshidratación, el hambre extrema, las hormonas, etc.) y psicológicos (como la historia que tenemos con algunos alimentos, la temporada del año, los desequilibrios de energía, etc.), entre otros, así que te invito a observar:
qué pasa en ti cuando tienes un antojo
qué lo detona
si es algo recurrente
si sucede en algún momento específico del día
cómo te sientes al respecto
qué es lo que más se te antoja y
cómo se relacionan esos antojos con tus pensamientos y con tu cuerpo
Por último, ¡recuerda no juzgarte! No lo veas a través de la lente de “bueno o malo”, no le pongas etiquetas y no te recrimines por caer en ellos o por no poder parar. Por el momento, solo observa como un espectador de esta película. Este es solo el inicio.