Practicando el ayuno intermitente

Practicando el ayuno intermitente

Hace unas semanas recibí un correo en el que un cliente me preguntaba si podía enseñarle a realizar el ayuno intermitente. Su intención era bajar de peso, ya que ha visto que esta práctica se promueve en muchos sitios con esa “promesa”. También mencionaba que ha intentado hacer el ayuno en varias ocasiones, pero que no le ha funcionado porque siempre le daba hambre, o porque se esforzaba en aguantar las horas que se había propuesto y luego, al entrar en la “ventana” de poder comer, se comía todo lo que encontraba a su paso.

La respuesta a mi cliente fue que primero tenemos que aprender a comer y después podemos empezar a ayunar. ¿A qué me refiero con esto? A que si bien el ayuno es una gran herramienta de bienestar (de hecho, es una de mis favoritas), es imperativo aprender primero cómo y qué comer en nuestros momentos de des-ayuno para que este sea verdaderamente efectivo.

¿Qué alimentos son adecuados para eso y por qué? ¿En qué cantidad? ¿Con qué vamos a nutrir a nuestro cuerpo para que pueda desarrollar sus funciones de manera adecuada? Hay que tomarnos el tiempo de revisar nuestros hábitos, los productos que tenemos al alcance, nuestro estilo de vida, nuestro estado físico y nuestra salud.

Recordemos que el objetivo principal de ayunar no es bajar de peso. No se trata de matarnos de hambre o “castigar” al cuerpo por haber consumido alimentos de más y tener que pagar las consecuencias. Tampoco es desnutrir al cuerpo o debilitarnos, lo cual en muchos casos puede suceder si el ayuno se realiza de forma equivocada. De hecho, la persona que les comentaba comenzó con caída de cabello y desbalances hormonales, entre otras cosas, por no realizar este análisis.

Lo esencial es aprender a estar en sintonía con tu organismo y con el cómo se siente cuando le das un espacio de pausa para que pueda enfocarse en otras funciones importantes, y eso involucra poner atención especial a cómo reacciona. Conforme vayas conectándote con tu cuerpo, aprenderás a diferenciar los efectos que esta beneficiosa práctica puede tener.

Hay días que, aunque quisiéramos llegar a las 16 o 18 horas sin alimento, simplemente no se puede. Quizá te duele la cabeza, el día anterior te excediste en tu rutina de ejercicio, dormiste menos horas o estás trabajando en un proyecto que te tiene con un nivel de estrés por arriba de lo que acostumbras. Si a todo eso le agregas el no nutrir tu cuerpo en las horas que usualmente come, entonces el efecto a corto, mediano y largo plazo será contraproducente.

Cuando hago énfasis en que primero aprendamos a comer y después comencemos a ayunar es porque hay que reconocer que hay etapas que debemos llevar a cabo de forma consciente, y siempre con la premisa de que nuestro bienestar depende de muchas cosas más que simplemente comer o no comer.

Aprovecho para compartirte los artículos en los que hemos tocado este tema de forma más detallada. Esta es una práctica que se ha estado promocionando mucho últimamente, y no siempre de forma responsable, así que, por mi parte, seguiré profundizando en este tema en próximos artículos para poder servirte de guía en este proceso.

¡Hoy es un buen día para empezar!


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