No dejo de preocuparme, ¿qué me está pasando?
Preocuparse es prácticamente inevitable. Ocurre de forma natural como respuesta ante un problema existente o potencial que nos causa ansiedad e incertidumbre. Puede considerarse un mecanismo de defensa que tiene su razón de ser, pero que hay que saber manejar.
Como seres humanos, y desde tiempos ancestrales, hemos tenido que resolver los problemas que se nos presentan. Para ello, recurrimos a las vivencias del pasado que nos han enseñado algo, pero nos inclinamos hacia la rumia, que es darle vueltas a un pensamiento, a una idea, o a un posible problema de manera reflexiva y que involucra el arrepentimiento o la autocrítica, o vemos a futuro, lo que puede ser en sí la preocupación, que genera estrés y malestar si es excesivo.
El poder analizar qué hemos hecho en el pasado para resolver un problema y anticiparnos a lo que puede pasar es lo que muchas veces nos saca delante, como si fueran nuestras herramientas. Sin embargo, el problema de preocuparse comienza cuando se convierte en algo obsesivo y excesivo, donde caemos en una espiral de negatividad, con pensamientos catastróficos que solo nos hacen daño y nos quitan la paz.
Pero, ¿por qué me preocupo tanto?
Detrás de una preocupación excesiva puede haber un gran número de factores. Puede ser que estés en una situación de estrés constante, que en tu crianza hayas visto mucha preocupación en tus padres, que tus emociones estén elevadas por un problema subyacente, o que padezcas de algún problema de salud mental, como depresión, ansiedad o estrés postraumático.
¿Cómo puedo lidiar con ello?
El paso más importante es reconocer que la preocupación está saliendo de proporción y que lo mejor es enfocarte en cómo resolver el problema. Ser consciente de que la preocupación puede afectar tu salud hará que tomes medidas para prevenir que te pase factura.
¿Qué tanto puede afectarme el estar preocupado?
Cuando estamos tensos, nuestro cuerpo segrega hormonas que nos preparan ante una amenaza porque el cuerpo no sabe diferenciar lo que está pasando en el presente de lo que puede llegar a pasar en el futuro.
Esto crea un estado permanente de estrés, en el que probablemente sientas músculos tensos, un latido del corazón más acelerado, e incluso un sistema inmune debilitado. Lamentablemente, esta situación puede causar más problemas a largo plazo, como úlceras en el estómago, asma, problemas del corazón, entre otros.
En conclusión, es vital identificar si tus preocupaciones están escalando a un nivel en el que estén afectando tu bienestar general, algo que puedes comenzar a hacer hoy mismo. En el próximo blog hablaremos sobre qué puedes hacer al respecto; existen recursos para controlar esta sensación y, aunque requieren de esfuerzo, tiempo y paciencia, podrás sentir un gran alivio y eso te dará espacio para canalizar tu energía en algo más positivo.